Los corredores que aparecen en estas breves páginas son hombres machacados, esforzados y exprimidos por una organización que les obliga a pedalear en jornadas maratonianas de más de quince horas. Las normas absurdas, vistas a día de hoy, jalonan los textos. En uno de los episodios más representativos, Londres relata su encuentro con los hermanos Pélissier, que se habían retirado por discrepancias con la organización. Henry Pélissier, uno de los mejores corredores de su época, reivindicaba la dignidad de los ciclistas: "¡No somos perros!". La queja venía porque el ciclista había sido sancionado por desprenderse de un maillot en una calurosa etapa cuando el reglamento obligaba a llegar a meta con todo lo que se tuviera en la salida.

Otro punto a favor de esta obra son los anexos finales en los que encontramos la lista completa y por equipos de los participantes, los ganadores de las etapas y la clasificación final al completo.
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